El tocomocho de las Olimpiadas


En el verano pasado ya hablé del trato amable que recibe China por parte de la comunidad internacional. La futura primera potencia mundial es un mercado tan apetitoso que cualquier otra consideración pasa a un segundo plano, cuando no se hace directamente la vista gorda.

Pero esta vez ha estallado el Tíbet. Hasta ahora parecía una excentricidad más del Richard Gere de turno. Para su desgracia, no ocupan una posición geostratégica como Afganistán en su momento (URSS) y carecen de petróleo como Irak (EE.UU.). Entonces, ¿a quién le importa el Tíbet? Lógicamente, a sus nacionales, muchos de ellos exiliados. Y parece ser que también a muchas otras personas, cansadas ya del juego de la doble moral de los políticos, de la hipocresía de las multinacionales, de la carta blanca de los países poderosos para cometer todo tipo de desmanes impunemente, de los lameculos del COI. Pero la opinión pública también tiene lagunas de memoria, como señala Arturo, al recordar el mayoritario silencio sobre la postura china ante el genocidio de Darfur. Somos malos, claro, por atrevernos a juzgar la política china.

Sí, ya sabemos que el Tíbet independiente no era un idílico Shangri-La. Como también sabemos que ninguna invasión trae la democracia, y menos cuando quien invade es un sistema dictatorial. A nadie se le escapa el carácter represor de China, la destrucción sistemática del acervo cultural tibetano, la asimilación masiva del país por parte de miles de chinos "importados". Sí, tal vez nada de eso justifique la violencia con la que se emplearon en sus inicios los manifestantes contra ciudadanos de la etnia han, cansados de ser extranjeros en su país, discriminados en favor de los invasores chinos. Nada de eso justifica tampoco la brutal represión china. Ahora no quieren visitas de la ONU. ¿Por qué?

¿Boicotear los Juegos? Otro paripé. La ONU que se lo piensa (ya no, se han bajado los pantalones). Unos cuantos dignatarios amagan con no asistir a la ceremonia de inauguración si China no se sienta a hablar con el Dalai Lama. ¿Y qué? Un golpe al orgullo nacional chino... hasta que insinúen castigos comerciales y, bueno, tampoco hay para tanto, sentémonos a charlar, córtate hasta después de los Juegos para disimular y todos tan amigos. Total, ya hace más de medio siglo que ocupáis el Tíbet. Nadie discute vuestros derechos de conquista.

Seamos puros como la nieve. Separemos del deporte de la política. En el COI estamos por encima de nimiedades terrenales. Ya, Juegos Olímpicos de 1936, en la Alemania nazi. Exclusión de Sudáfrica durante el appartheid. Banderas e himnos nacionales en el podio. Separación, sí, y tanto. Miremos a otro lado, nosotros no nos inmiscuimos en política. Más alto, más fuerte, más lejos... y, sobre todo, más negocio. ¿En qué pensaban cuando concedieron los Juegos a una dictadura como China? ¿En la democracia, en la libertad...? Por eso el COI quiere recortar la libertad de expresión de los atletas en Pekín. Tanto olimpismo, tanto fair play, y se pasan los derechos humanos por el forro de las termópilas.

Lo que raya el patetismo es el recorrido de la antorcha olímpica (nuevo récord, varias veces apagada, otra "herejía"). Un portador rodeado de centenares de polícias corriendo, en patines, en bici, en moto. Y la guinda, la guardia pretoriana china. Esos macizos de azul, paramilitares de élite, rambos orientales enviados por su gobierno para proteger la antorcha. Si así las gastan fuera de su país, ¿qué barrabasadas cometerán donde no hay cámaras? ¿Espíritu olímpico, dicen? ¿Dónde? Ah, en la cartera.

Qué asco, qué gentuza. Unos por culpables; otros, por mirar hacia otro lado. Bussines is bussines, ya se sabe. El dinero blanquea los más elementales escrúpulos.

P.D.: ¿está de moda ahora ser protibetano y antichino? ¿Somos unos papanatas?
Justo cuando grupos ecologistas de medio mundo señalaban el desastre ecológico causado por el tren del Tíbet, el más alto del mundo, el reputado fotógrafo chino Liu Weiqiang dio un respiro a su Gobierno con una imagen que mostraba la coexistencia armoniosa de la alta tecnología y la vida salvaje (arriba). Ganó premios y tuvo gran repercusión. Pero era un fraude. Después de que expertos e internautas airearan sus sospechas, Liu ha acabado confesando: el tren y los antílopes coincidieron gracias al Photoshop. El fotógrafo ha abandonado la profesión y las organizaciones ecologistas han retomado las protestas. ADRIÁN FONCILLAS


(Banda sonora: You belong - Hercules and Love Affair)

3 opinantes:

Anónimo dijo...

Grises y más grises, aunque se empeñen en ponerlo todo en blanco y negro...

en fin, sin espacio para la sorpresa...

Anónimo dijo...

¿Donde estan los matices de grises en la condena a Hu Jian?

Anónimo dijo...

La política china es muuuuy negra. Sus claroscuros son demasiado oscuros para mi gusto.