¿La vida era esto?


Cuanto mayor te haces, tienes que renunciar a más cosas. Es la vida, pero nadie te prepara para eso.
Rocky Balboa

El pasado. Un acosador que te espera a la vuelta de la esquina y, cuando menos te lo esperas, cae sobre ti para darte de ostias. Hace poco unos fantasmas del ayer me sobrevolaron. Mi primera idea fue hacer terapia escribiendo. La segunda fue descartar la primera. La tercera, borrar lo escrito. Pero Cristina me envió una explicación sobre el sentido de la vida (¿o es el sinsentido?), que me hizo reflexionar (un poquito, no os vayáis a creer). El que no quiera perder el tiempo, que no siga leyendo. No soy un pornógrafo emocional como Juanma, pero tengo que soltarlo. Un mal día lo tiene cualquiera.

¿Fantasmas, dije? No, unos amigos de mis padres, padres a su vez de uno de mis colegas de correrías veraniegas juveniles. Viven fuera, venían al médico, y quedaron en pasar por casa de mis padres para intentar conocer a mis churumbeles, pero no coincidimos. Recapitulemos. Estoy hablando de (parte de) los ignotos 80, unos 10 años, desde que tenía 13, si la neurona no me falla. Veraneábamos y pasábamos muchos fines de semana del buen tiempo en un pueblecito de la Costa Daurada. Allí nos juntábamos unos cuantos chavales para nuestras aventuras en bici, correrías adolescentes, y demás fantocheces propias de tan tierna edad. No os aburriré con batallitas una vez situado el escenario. Siniestro Total, en la presentación de su nuevo disco, hablaba del absurdo de perderse en la nostalgia, porque te impide disfrutar del presente. No me importa mirar atrás, pero no para verme a mí. El que camina mirando hacia atrás no llega muy lejos.

Éramos jóvenes, felices, confiados, con ilusiones. Luego la vida se encarga de correrte a patadas cual sucio central. La nostalgia no es mala, siempre que evites las comparaciones con el presente. Sí, el tiempo magnifica los viejos éxitos y relativiza los fracasos pretéritos. Pero en el fondo tú sabes la verdad. Y si el pasado suele ser un hijoputa, la verdad muchas veces tiene sabor amargo y deja una resaca cabezona.

Aquel viejo amigo hoy es padre recién separado. Bueno, como tantos otros, ¿no? Su hermano pequeño, el que fuera la "mascota" de la pandilla, a quien puteábamos por ser un pelín pesao con los mayores, se convirtió en un as de la informática. Tras varios años de trabajar en el extranjero volvió a España. Sin embargo, no se ha adaptado al mercado laboral patrio. El problema tal vez se haya agravado por un desengaño sentimental. El hecho es que lleva tiempo en el paro cuando podría estar trabajando, tal vez por debajo de sus expectativas profesionales. Se ha "inadaptado". Su madre le dijo a la mía que le gustaría que hablara con él. Ella le respondió que esos temas familiares son íntimos y que nosotros no teníamos costumbre de meternos en la vida de los demás. Gran verdad, que me libró de un marrón considerable.

No, no es por escurrir el bulto, aunque lo pueda parecer. Es cierto que nuestra familia ha tenido siempre por norma lavar los trapos sucios en casa y no criticar ni meternos en asuntos que no nos incumbieran directamente. Pero es lo que le dije a mi madre: no le voy a decir nada que no le hayan dicho ya sus padres o su hermano (cuyos consejos se pasa por el forro). ¿Qué me hace mejor para que me haga caso a mí? Solo podría escucharlo y darle mi apoyo moral. ¿Cómo voy a dar lecciones a nadie sobre cómo salvarse del naufragio cuando yo voy permanentemente a la deriva? ¿Qué recetas infalibles puedo ofrecer a nadie si soy un auténtico desastre? Posiblemente soy un buen ejemplo de lo que no hay que hacer en la vida si quieres triunfar.

Les recuerdo, nos recuerdo en lo alto, allí arriba. Prefiero cerrar lo ojos a esa visión, o puede saltárseme una lágrima (lágrimas de verdad, por él y por mí). Nos veo ahora, braceando para no ser engullidos por las olas. La corriente de la vida nos arrastra, dando bandazos hacia donde le da la gana. Posiblemente, esto no es lo que esperábamos entonces, ni nos lo podíamos imaginar. Pero esto es lo que hay. Tal vez seamos una pandilla de inadaptados, de inmaduros, de peter panes acomplejados porque perdimos la facultad de volar y soñar.

La vida no es una fiesta (para algunos, no). Es un ring. Aprendes a fajarte, a encajar los golpes, a caer y a levantarte, a caer y a volver a levantarte, a apretar los dientes para disimular el dolor y que el rival no adivine donde más te duele y se cebe ahí. Resoplas esperando que suene la campana y te conceda un breve descanso hasta el siguiente asalto.

Suena la campana. Hora de volver al cuadrilátero de la vida. Amigo, todavía queda sitio en mi bote salvavidas...

(Banda sonora: Donde está mi vida - La sonrisa de Julia)

2 opinantes:

Anna dijo...

El problema són les maleïdes expectatives.... Les generacions del “ho podem tenir tot , HO HEM DE TENIT TOT”... I després resulta que has de fer el que pots... (i prou feina tens)

La vida no es una fiesta (para algunos, no)
Cert...no és una festa. Però pot ser un agradable passeig.
Relaxar-se, deixar de pressionar-se i gaudir de les petites coses o conformar-se? És el mateix. Tot va en funció de com ho visquis…

Anónimo dijo...

Luego la vida se encarga de correrte a patadas cual sucio central.

Y la mayoria no regateamos tan bien como Messi...