Soy una persona que no destaca, paso desapercibido, parezco invisible a los ojos de los demás. Ya me está bien. Así voy a mi bola. Sin embargo, hay momentos en los que adquiero entidad. No por mí mismo, faltaría más, sino cuando ejerzo el papel de padre. Entonces me convierto en el "papá de Alba" y/o el "papá de David". Es en ese rol cuando recupero la visibilidad por un breve espacio de tiempo. Quienes antes pasaban a mi lado y no me veían, pueden llegar a saludarme al ir con los niños. Obviamente no por mí, insisto, sino porque los niños se saludan entre sí alborozados, lo que invita a seguir el ejemplo (pero ahorrándonos la fase de los besos y los abrazos, por supuesto).
Pero este verano sí me sentí observado de rebote. Alba tuvo la desgracia de romperse el brazo al segundo día de estar en el pueblo. Por si no fuera bastante, al poco se volvió a caer y le quedó media cara hecha un mapa. No soy un sentimentaloide, pero tuve que morderme la lengua para que no se me escapara la lagrimita cuando la vi de regreso como una herida de guerra.
Cuando salimos de paseo todo el mundo la miraba, a la pobre. No sé qué pensaría la gente ni tampoco me importa. Hubiera preferido dejar de ser invisible por una mejor causa.
Ah, ¿que ya no me veis? ¿Hay alguien ahí fuera?
(Banda sonora: Chips Ahoy! - The Hold Steady)