Lagunas de Kirkwood

- ¡Bebebebenvinguts! Temperatura de 31 grados, humitat del 72 per cent y cielo poc nubós. Bonita mañana de noviembre para inaugurar nuestras emissions. Si estás harto de soportar medias verdades o mentiras descarades, de vivir en el reino de la mediocritat. Si necesitas aire fresc que limpie tu contaminada vida, conecta tu holo con la frecuencia 47, desde donde emitiremos a partir de treinta segundos, vint-i-nou, vint-i-vuit... ¡Aaaaviso! El Comité de Salut Municipal nos declarará perjudicials para vuestro equilibri mememental.
Miles de holoadictos, sorprendidos ante la interrupción del concurso estrella de la CatEsp/Net, saltaron de los sillones corporales tratando de recuperar su señal. Algunos decidieron seguir las recomendaciones del inesperado presentador de nariz gruesa, orejas salidas y marcada dicción callejera. Era increíble ver a alguien feo o imperfecto en un programa de holo. Para ciertas personas esa novedad prometía.
- ¿Seseseguís aquí? ¡Aún quedan valientes! A vosaltres dedico el pensament del día. Los hombres tímidos prefieren la calma del despotisme al alborotado mar de la llibertat. Está claro que Thomas Jejejefferson, la decrépita momia que soltó esto, no conocía nuestro agónic Mediterrani o hubiera buscado un exemple mejor. Eso demuestra que la perfecció es una utopía que se refugia en los presupuestos mumumunicipals.
Muchos espectadores abandonaron aquel absurdo canal, mientras otros observaban la emisión intentando adivinar quién estaba detrás de aquel enloquecido montaje.
- Veveveveo vuestros mugrientos cerebros preguntándoos qué se nos ha perdido en vuestros tristes apartaments. ¿Qué pretendemos hacer? ¡Tranquils! Ya están els altres para lavaros la ment. Nosaltres pretendemos mostrar una perspectiva diferent de la realitat. Vovovosaltres decidís con cuál versió de los hechos os quedáis. En el fons da lo mismo. ¡Nada cambiará! Ni siquiera tenemos nombre. Los noms limitan, definen, fijan, y nosaltres somos libres... o eso creemos ¿Y tutututú?




El hombre se caló la pesada gabardina antirad al salir de la Sagrada Familia. Colocó la cúpula flexible a su biciclo eléctrico, orientando la antena hacia el Tibidabo. Llamó al Gremio reportando el éxito de su misión. En cuanto uno de sus inspectores lo verificara, recibiría una transfer con su bonificación. A continuación marcó el código del cliente. En la minipantalla de cuarzo apareció un rostro ojeroso.
- ¿Senyor Vallhonrat? Bon día. Aquí Casanovas. Encontré a su hijo -la buena noticia cedía paso a una mala-. Se ha integrado en la Hermandad Rosacruz de Gaudí. Passi-ho bé.
- ¡Un moment! -un rictus de desconsuelo ensombreció la cara angulosa del cliente-. ¿No lo va a traer de volta a casa?
- Repase el contrato, si us plau. En el figura tan sol la localització del noi. Adeu.
- Això es una vergonya. Me quejaré a su...
Casanovas cortó la comunicación. Todos querían más sin pagar los extras. Tenía muy claro que no trabajaba gratis; ésa era una regla inquebrantable. Se sumergió en el tráfico. Volvía a su apartamento en Sants. Al entrar en la calle Aragó, el Ordenador de Circulación Central requirió el destino y tomó el control del vehículo. Eso le concedió tiempo para meditar sobre el resultado del examen de aptitud de Anna. A él no le atraía la idea de emigrar a Marte, y se descubrió deseando mezquinamente el fracaso de su pareja.
El vecino que vigilaba la entrada fortificada del Edificio Blume esa semana le franqueó el paso tras reconocerle. Era Martínez, un jubilado solitario que deseaba ocupar el cargo permanentemente. Gruñó algo acerca de la suciedad de las calles, de los merodeadores, pero Casanovas le ignoró.
Desde el claustrofóbico pasillo del diminuto apartamento, advirtió la ausencia de los libros, esas antigüedades que a ella tanto agradaban. Destelló la leyenda Missatges/Mensajes en el ordenador. Pulsó una tecla, activándose la imagen de Anna, sonriente pero cabizbaja.
- Hola, Rafel. ¡He aprobado l’examen! Y descubrieron que poseo cierto potencial psi latente. Crec que eso ha sido definitivo para que me concedieran la subvenció emigratoria. Yo¼ -breve silencio; ella miró, por fin, a la cámara-. Saps el que penso. No soporto vivir más tiempo aquí, contribuyendo passivament a l’assessinat del planeta -otra pausa-. M’agradaria que no fuera una despedida definitiva. Podrías intentar-ho... -Rafel creyó, quiso ver una fugaz lágrima.
Un agudo bip reverberó en su cabeza, indicando el fin de la comunicación. Comenzó otra del comisario político de la casa, convocándole a la reunión semanal. No escuchaba sus palabras, amargado por la marcha de Anna. Si esos ecolos no la hubieran llenado la cabeza de ideals impossibles, concluyó Rafel, buscando culpables a quienes cargar su resquemor.
De forma mecánica cogió el Organo Senso, preparando una secuencia que le sumiera en un olvido reparador. Con un esfuerzo de voluntad lanzó el aparato sobre el sofá flotante.
Pidió acceso a la base de datos del Gremio, demandando un listado de ofertas actualizadas. Seleccionó un directorio con las que mostraban una relación complejidad-premio elevada. Descubrió una que podría servir dado su nivel de dificultad A2, un reto inédito en su carrera.
Contractant: CatEsp/Net. Tema: descobriment responsable/s ocupació il·legal senyal satèlit HK2 (ref. Telekom) i robatori bloques informació. Premi: 100.000 soles + gastos + bonif según efectivitat medidas correctores. Contacte: <.arg46.xe.mail>.
Parecía prometedor, cuando menos tan absorbente que mantendría su atención alejada de la amante perdida. Envió una solicitud de servicio, recibiendo, casi instantáneamente, el códex que le confirmaba al cargo de la investigación.




- ¿Per què no han denunciat el tema a Seguretat? -inquirió Casanovas-. Cuentan con mayores medis.
- Preferimos que la investigació sea tractada con la màxima discreció. No queremos que un alt funcionari utilice el caso para promocionar-se a nuestra costa -respondió una bella relaciones públicas de la cadena afectada.
- ¿Sospechan d’algú en particular?
- La lucha per l’audiència es feroz. Cada punt representa miles de soles, pero ocupar nuestro canal d’emergència y robar-nos datos supone una grave transgresió del Tratado de Competencia Leal -sonrió levemente la esfinge, intentando simular ignorancia de la realidad cotidiana.
Si tots cumplieran las leyes no habría necessitat de recurrir a Seguretat o al Gremi d’Husmeants, pensó cínicamente Rafel. No perdería más tiempo con aquella maniquí parlante.
- De sufrir algún chantatge, cualquier circumstància fora del comú, espero me lo comuniquen a l’instant. Això és tot.
- Llámenos inmediatament en cuanto descubra a los culpables.
La relpub cortó el contacto, desvaneciéndose su cuerpo de la habitación como bruma. Mediante el códex Rafel solicitó un permiso de tránsito de dos horas que le permitiera acceder a la estació de Collserola. Era el lugar que suponía un menor consumo de energía para interceptar las líneas del satélite saboteado y el único accesible en cientos de kilómetros.
Bien vestido y afeitado se dirigió hacia el sector de Sarrià. No deseaba ser parado en todos los controles de paso desde allí hasta el Tibidabo. Traspasada la Via Augusta recuperó el control de su biciclo. Los opulentos circulaban a sus anchas en la Zona Alta, ajenos a los límites impuestos por Seguretat en el resto de la ciudad. Las movilcam y frecuentes patrullas vigilaban que nada perturbase la tranquilidad de que gozaban los privilegiados.
Tal vez fuera sugestión, pero a Rafel el aire en lo alto de la montaña le pareció más puro. Un técnico, demasiado desaliñado para ser residente, le devolvió a la realidad. Le acompañó al interior de la estación de comunicaciones.
- Hemos revisado nuestras líneas de conducció durant los tres días d’emisió il·legal. Estem limpios. Según l’informe que nos suministró la CatEsp Net, les filtracions de datos se produjeron en horas diferents. En esos periodos nuestra plantilla no ha coincidido. Treballem en turnos.
Rafel intentó intervenir, pero el técnico, adivinando sus dudas, se anticipó.
- Quiero decir que implicar a alguien de dentro supondría que la mayoría d’empleats habrían cometido un delicte. Le aseguro, aunque debe saberlo, que aquí no treballa cualquiera.
- ¿Y algú que se hubiera valido de sus instalacions?
- Si afirmara que nuestros sistemes de seguretat son infranqueables no nos creería -sonrió torcidamente-. Procedimos a una identificació de caracteres. El resultat también fue negativo. No se utilizó nuestro equip de transmisió.
El técnico se encogió de hombros, indiferente.
- Si le entiendo bé, eso significa que sería casi impossible descubrirle -sintió una leve quemazón estomacal, producto de los nervios que excitaban su úlcera-. Supongo que resultaría inútil intentar-ho en l’estació del castell de Montjuich.
- Es de tipo militar. Dudo que mantengan relació alguna con el satèlit de Telekom... suelen usar la red de Telefónica.
- Y a més esa zona l,ocupan las tropas d’èlit de la Divisió Almogàvar. Segur que el sabotatge no se produjo allí -murmuró para sí el husmeante, contrariado-. Gràcies per tot.
El husmeante inició la bajada hacia el mar. No pudo evitar aminorar la marcha, distraído con los atractivos de aquella zona elitista. El señalizador colocado en el parabrisas delantero comenzó a variar de color, sin que se percatara del cambio. Dos aeromotos descendieron, cubriendo sus flancos.
- ¡Circuli a mayor velocitat! -rugió el altavoz traqueal de un guardia-. Su pase de trànsit caducará en diez minuts.
Rafel atendió el requerimiento. Sabía que no era nada agradable ser detenido en una zona de acceso restringido.




- ¡Esa es l’opinió de Juancho Cervera! Yo no estoy d’acord, però ¿què pensáis vosaltres? Porque todavía podéis ¿O no?
La presentadora adolescente no sonreía permanentemente como sus colegas de las cadenas oficiales, que anunciaban la última catástrofe o asesinato en masa, si lo hacían, como quien explica un mal chiste. La chica sin maquillar alzó los brazos, saludando a los invisibles espectadores. Sus cabellos violáceos dejaron de ocultar sus pequeños pechos.
- Ahora están de moda les cançons del Alegre Trío Armónic. Jo prefiero las letras de Don Fag, no homologadas per la censura municipal -una enorme cruz roja cubrió la pantalla durante un segundo-. Lamento que sus gritos no estén a la altura ¡Me dan mal de cap! Pero al menos cuentan algo. Por eso, recordad la reflexió del día. Nuestra vida es lo que hacen nuestros pensamientos. Cortesía de un tal Marco Aurelio, al que no tengo el disgust de conocer, ni siquiera el grup en el que toca.
La frecuencia 47 ganaba adeptos progresivamente. Jóvenes, desencantados, perdedores, los enemigos del inmovilismo imperante engrosaban las filas de sus seguidores. Además, era gratuita y ofrecía informativos especializados sin cargo.
- ¡Aixequeu-vos, malditos vagos! ¡Moved el cul y saltad al ritme sincopado de los Dooooon Faag!




Rafel hizo un alto en el macrorestaurante de La Pedrera.
Mientras deglutía un bol de insípidas algas de los cultivos hidropónicos municipales, meditaba sobre el funcionamiento de la desconocida cadena. Debían poseer una especie de miniestación propia que les permitiera acceder al satélite y a su vez transmitir la señal de sus programas. Tenían que estar en continuo movimiento, o de otra forma localizarían su posición. Y también necesitaban especialistas y presentadores.
La cerveza local Cardadeu anunciaba propiedades dietéticas y el husmeante abrió la tercera lata fosforescente. Varios monitores parpadeantes ofrecían las insólitas entrevistas de Raimon, otro de los peculiares miembros de la frecuencia 47, muestra de su creciente éxito. Discutía con varios Flipats, de caras tatuadas y alfileres de hueso en la nariz, en una casi incomprensible jerga juvenil. Creyó reconocer de fondo una plazucha próxima a la zona portuaria. Para asegurar su impunidad posiblemente se esconderían cerca del mar, refugio de inmigrantes y desheredados y dominio de la contaminación. Conservaba contactos en la Barceloneta. Los aprovecharía.
Cuando llegó al Casal de Veterans, tapizada su fachada con pintadas obscenas, la lluvia repiqueteaba en la abollada carrocería del biciclo, dejando un rastro parduzco en su gabardina. Pasado el detector de metales, entró en la cantina. Allí encontró a Saladrigas, el único que podría ayudarle si sus sospechas iban bien encaminadas. Apoyado en un mostrador polvoriento, daba cuenta de una botella de moscatel.
- Salut, col·lega. ¿Com va la vida?
- ¡Home! ¿Què fas tú en aquests barris? Creía que ya no te acordabas de los parias -mirando a su alrededor, vigilante, sus dedos hicieron el saludo secreto de la Associació Prim.
- Vamos a una mesa, exagerat -propuso Rafel, propenso a la desconfianza por norma, otra de sus enraizadas manías.
Sentados al fondo, cara a la puerta, vigilaban el local.
- Algo te preocupa si vienes hasta aquí. Tú diràs -le animó.
- Se tracta de ese nuevo canal. Pretendo destapar qui està detrás del tinglat -tosió roncamente, debido al humo que producían los fumadores ilegales-. Hay muchos soles en juego.
- L,Associació los necessita. La publicitat mueve cantitat de dinero y esa colla funciona sin un mísero anunci -apuntó.
- Sí, es curiós -se prometió analizar ese detalle-. Sospecho que se mueven por estos carrers y necesito su paradero. ¿Habéis vist cap vehicle raro en els últims días?
Un grupo de anarcos enlutados reparó en Rafel, mirándole con malsana fijeza. El husmeante deslizó la mano derecha en el dermobolsillo interior, buscando su pistola cerámica.
- Tal vez. T’informaré de lo que averigüe.
- D’acord. Te debo una.
- Noi, no fotis. Dame cien soles y lo mismo cuando los encuentre -sonrió Saladrigas, mostrando sus encías ulceradas-. Y no te preocupes de esos boixos idealistes. Son cosa mía.
Rafel salió del vetusto edificio, riendo sin alegría al ser pagado con su misma moneda. Nadie hace nada gratis.
Afuera el cielo asemejaba una mortaja, el brillo de las estrellas un viejo cuento para niños. La húmeda brisa procedente del mar era pestilente y se colocó los filtros nasales.
Los halógenos del biciclo acuchillaban la penumbra que confería a esta parte de Barcelona el aspecto de ciudad fantasma. Una tanqueta del Regimiento Ali-Bey aminoró la marcha ante su paso, girando con un chirrido el cañón para apuntarle. El husmeante apretó el acelerador, subiendo por las Ramblas. Sobrepasada la plaza Catalunya y conectado al OCC sintió, aliviado, que estaba de vuelta en la civilización.




El día amaneció nublado y acre. El husmeante despertó amargado. La noche anterior había encontrado un libro de Anna, olvidado en el armario, y su recuerdo le perseguía, acusador. Programó el Organo Senso, en una secuencia de media hora, con el Tercer Movimiento en Do Menor de Skorzeny. Así conseguiría un esquema mental relajado y apacible.
Transcurrido el periodo marcado, el aparato parecido a un narguilé se desconectó, dejando a su dueño una sensación placentera, pero de cierto vacío al extinguirse las definidas ondas cerebrales. Engulló varias pastillas de n-efedrina, considerándose capacitado para enfrentarse al mundo exterior.
Más animado, decidió inspeccionar los barrios marítimos. Peinar el lugar podría proporcionarle alguna pista que sostuviera lo que hasta ahora únicamente eran conjeturas. El noticiario local de la Com/S Net señalaba que el índice de criminalidad había aumentado en tres coma siete puntos durante el trimestre anterior, a pesar del incremento de tropas en la calle. El Ayuntamiento culpaba a ecolos y anarcos, invitándoles a mudarse a las Colonias Exteriores. Callaba que ninguna estaría dispuesta a aceptarles, si quisieran irse.
Se puso el chaleco de kevlar y cogió el kalasnikhov, vestigios de su pasado militar. Después de comprobar que la ilícita metralleta del biciclo llevaba suficiente munición, emprendió la marcha. Serpenteando entre el empedrado del Paralelo, reconoció los últimos restos de la muralla romana, vendida hacía dos legislaturas a los japos de la estación orbital Hokkaido. En las laderas de Montjuich, donde resistían algunos restos mutados del antiguo Jardí Botànic, aparecían las primeras casamatas de la temible Divisió Almogavar.
Dejó atrás la réplica en plastimetal de Colón, cercada tras una valla herrumbrosa. La circulacion allí se reducía a varios biciclos, camionetas de transporte y blindados. A la derecha alambradas electrificadas defendían la zona de mar. El silencio oprimía las solitarias callejas. La suciedad uniformaba los bloques ruinosos que todavía desafiaban la ley de la gravedad. El Ayuntamiento no disponía, aducían, de fondos para salvar lo insalvable, como afirmaba Pujolet, el Concejal de Urbanismo. Era un erial sin valor inmobiliario.
La humedad se le clavaba en los huesos y le atería, traspasando el ligero chasis del biciclo. Seguía una ruta aleatoria, pues existían múltiples lugares donde esconderse. Al doblar una esquina se encontró una banda de Malparits, craneos rapados y monos metalizados de prole. De inmediato buscó en la consola la ruta más rápida de regreso a la Avenida del Mediterraneo.
Encendieron sus biciclos trucados y uno le adelantó con la rueda delantera levantada. Otros se colocaron a su lado y al reír castañeaban sus mandíbulas de acero.
- ¡Hey, vell! ¿Què merda fots aquí? -gritaron, amenazantes-. ¡Qui vol bulla la tindrà, desgraciat!
En el tablero de mandos destelló el trayecto requerido. Viró bruscamente en la primera esquina, y casi chocó con uno de sus perseguidores. Aullaron de rabia, lanzándose tras él. Sonaron disparos a su espalda, pero sabía que pretendían atraparle sin daños para divertirse luego. Aceleró, cerrando huecos en un desesperado intento por evitar ser sobrepasado.
De los callejones salieron otros tres, viniendo de frente. Quitó el seguro de la metralleta estática, situada bajo el faro delantero, y abrió fuego. El trío saltó despedido hacia atrás, acribillados, explotando sus biciclos. Rafel esquivó como pudo la mezcla de restos mecánicos y orgánicos, lo que permitió a un Malparit llegar a su altura. Sacó una pistola de agujas y Rafel frenó de golpe, derrapando el biciclo con un chirrido quejumbroso. El otro quedó adelantado y el husmeante lo abatió con su kalasnikhov apoyado en la cintura.
Sin mirar, empezó a disparar a su espalda con el fusil, mientras accionaba la metralleta en fuego continuo, desanimando un posible ataque frontal. Avistó la Avenida y al girar apoyó un pie en tierra, pues conducir con una sola mano a tanta velocidad estuvo a punto de desequilibrarlo. Apago el disparador. Dos blindados y un vehículo ligero avanzaban hacia él, alertados por la lucha. Los Malparits huyeron al contemplar la llegada de los hombres del Ali-Bey.
Un sargento magrebí le saludó desde la cabina, retumbando los disparos de artillería contra los huidos. Rafel arribó a la primera torre de control, cerca de la abandonada estación de ferrocarril. Un centinela almogàvar le dio el alto.
- Identificació -ordenó. Durante un momento prestó atención a sus auriculares-. Li comunico que està sancionat amb cinc-cents soles o un mes de prisió menor per alteració de l’ordre públic. Vostè mateix -advirtió, apuntándole al estómago.
- Aquí té mi tarjeta municipal.
La introdujó en un lector, que dedujo el importe de su cuenta personal. El jovencísimo soldado se la devolvió.
- Circuli. No pot estacionar devant d’instalacions militars.
Con el rabo entre las piernas regresó a la tranquilidad del hogar. Aquella falta de concentración casi le costó la vida, reconoció asustado. Empezaba a pensar que esa misión estaba fuera de su competencia.




- Avui tenemos l’honor, el grandíssim honor, de presentaros a un possible candidat a l,Alcaldía -la cámara mostró a un elegante tipo de ojos saltones y sonrisa burlona, regresando a Raimon-. Estaréis pensando, sí, lo estaréis haciendo, ¿per què merecería el cargo? Bé, entonces preguntaos ¿què merits contaba l’actual Alcalde? Los votos cautivos de la Zona Alta, al asegurarles sus privilegis. El apoyo militar, gracias a un mayor presupuesto. Agitar el miedo de las clases medias contra los inmigrants... ¿He de explicaros lo que ya sabéis?
La audiencia, aunque pequeña, seguía creciendo. A sus adeptos les atraía la particular forma de comunicar y su comunión con el pensamiento auténtico de la gente de la calle. Las cadenas comerciales comenzaban a recelar de aquel extraño fenómeno que captaba espectadores sin cesar, potenciales ingresos publicitarios, y su continuo ascenso.
- ¿Queréis que él os hable? Sí, segur que lo estáis esperando. Pero yo os digo, ¿no tenéis bastant con tota la hipocresía y mentiras de esos politicuchos de tres al cuarto? ¡Síiii! ¡Com a mínim jo estic harto! Mascad el pensamiento de este gloriós día, producte del intelecto de un pseudocomunista mort, de nom Konstantin Tsiokovsky... no sé si l’he pronunciat bé. La Tierra es la cuna de la humanidad, pero no podemos vivir para siempre en la cuna.
Sonó una atronadora salva de aplausos. Desfilaron veloces imágenes de las Colonias Exteriores, transbordadores en tránsito, domos presurizados, filas interminables de candidatos al examen de aptitud de Emigración.
- Este sería un interessant tema a debatir, digo yo que sí lo sería. Pensadlo. Demà nuestro bloc d’entrevistes lo abordará.




Rafel necesitaba descansar. En estos casos solía buscar un esquema preprogramado en la memoria del Organo Senso, como la Sonata dels Amics de’n Pau Casals. Su comodidad quedaba demostrada al concluir en un placentero despertar. Cuando se levantó, vio algo tirado en la puerta. Era un arrugado sobre de color manila. Contenía un mensaje: "Encontrarás un regal en el parking de las Torres Gemelas. Ràpid. Guifré 1714". Reconoció la clave de la cédula de la Associació Prim en el Port Vell. Aprobó mentalmente el envío del aviso fuera de la red. Así se imposibilitaba su rastreo o intercepción.
Esta vez adoptaría una ruta de mínimo riesgo, según la clasificación de vías externas del OCC. Un aburrido cabo, en la última torre de control, le advirtió que entraba en aquel sector bajo su responsabilidad. Qui vol algo l’ha de pagar, recordó Rafel. Concentrado en esquivar los baches del agrietado asfalto, le engullieron las alargadas sombras de las semiderruidas Torres Gemelas, antaño orgullo del Poblenou. Curioso nombre. El sector más moderno y el primero en abandonarse como consecuencia de la temible contaminación marítima. Paradigmas de la política municipal, resolvió críticamente.
Dio un par de vueltas, buscando indicios de que todo estaba en orden... si es que algo podía estarlo en ese lugar. Observó huidizas siluetas en algunas ventanas. Suspiró. La seguridad al cien por cien no existe, reconoció, girando hacia la puerta del aparcamiento. Activó el distorsionador de frecuencias, quedando invisible en los posibles sensores de vigilancia de los piratas. Apagó el motor y bajó la rampa. Había restos oxidados de automóviles de combustión, unos pocos biciclos en peor estado que el suyo, y un camión municipal de limpieza. Estaba fuera de lugar allí. Parecía el vehículo perfecto para circular sin ser molestado.
Escondió el biciclo tras una columna. Se colocó las gafas de visión nocturna y amartilló el kalasnikhov. Avanzó, según las tácticas aprendidas durante su estancia en el ejército. Oculto detrás de un amasijo de despojos metálicos, apuntó el termosens hacia el camión. El indicador calórico reveló la presencia de dos personas en la parte posterior. Corrió hasta la puerta trasera. La abrió, impulsándose adentro con el fusil por delante. Los ocupantes se quedaron boquiabiertos.
Eran dos jovencitos, uno de ellos adicto al acné.
- ¡Qui cony sou vosaltres! ¿Se puede saber què hacéis aquí?
- Las explicacions debería darlas vostè -protestó uno.
Desde el suelo al techo, las paredes estaban tapizadas con diales, pantallas, pistas de sonido, consolas; un complejo y caro equipo informático.
Les enseñó el códex del Gremio y decidieron colaborar, coaccionados ante sus implicaciones y el fusil de asalto.
- Conocimos a un tipo en la Univ Ramón Llull. Le gustaron nuestros expedients acadèmics. Nos pagó cincuenta mil soles, prometiéndonos una beca completa de postgrado en la franquicia del MIT en Luna Bay, a cambio de confeccionar la programació d’una cadena independent durant unas setmanas -brillaron los ojos de los estudiantes-. Una oferta irressistible.
- Sólo un loco la hubiera rechazado -corroboró su compañero.
- Molt bé, nois. ¿Y què hay de interrumpir una emisió autoritzada, a més d’utilitzar informació robada d’una cadena?
Le miraron como a un loco, dando crédito a sus palabras a través de su silencio acusador y, sobre todo, a la denuncia del códex.
- ¡No pot ser! Recibimos un haz codificado del satèlit en periodes distints cada día. Nosotros nunca tocamos las líneas o los códigos de direcció del HK2 de Telekom. Y el acceso a la senyal d’emergència de la CatEsp Net la recibimos d’una subsidiaria suya d’informació esportiva.
Bajó el fusil. Sería conveniente recordar las instrucciones de la relpub y llamarla. Ya se arreglarían ellos con los mocosos; su trabajo había terminado. Pero algo no cuadraba y al Gremio le desagradaba recibir encargos falsos, jugarse su reconocido prestigio. A él también.
- ¿Podéis demostrar lo que decís?
- Dentro de... cuarenta minuts recibiremos los datos procedents del satèlit. Le ruego que s’esperi.
Y tant que esperaría, acordó Rafel. Inspeccionó los paneles, estudiando diversas emisiones de la frecuencia 47. Aquello alimentó su curiosidad.
- Per cert, ¿què hay de su gent? Presentadors y demás.
Los dos muchachos sonrieron y palmearon las consolas.
- Todos son producte de nuestra imaginació y aquest equip, és clar. Nacieron en el interior de esta cabina -ahora el incrédulo era el husmeante-. Sí. Tots.




Experimentó cierto alivio al confirmarse la recepción del cuantioso transfer del Gremio, deducida su comisión. Permitió escapar a los chicos tras comprobar que les habían engañado. Su prima les abrió la admisión en Marte, siempre amigos del dinero fresco. Los jerifaltes de la CatEsp Net se alegraron del fin de las emisiones. La fuga de los responsables no les preocupó mucho, conformándose con despojarles de la imprescindible y costosa estructura operativa.
Rafel se acusaba de cobarde, pero desvelar el fraude significaba luchar contra un poderoso grupo empresarial, arriesgándose a perder demasiado. Toda apuesta té un límit, rezaba el dicho popular. Todavía rumiaba si facilitar, anónimamente, la información que había grabado a alguna cadena de la competencia. Nunca se posee suficiente dinero y l’Associació necesitaba financiación. Recordó la típica frase de buenos deseos: que una montaña de soles te proteja de la luz del Sol.
Hoy se había tomado el día libre. Iba a una audición psicofónica que estrenaban en el Liceu, cuando sonó el intercom de su biciclo.
- Bon día, senyor Casanovas -la pantalla de cuarzo rayado no mostraba imagen-. Permítame felicitarle por l’habilitat y tacto demostrados en su reciente investigació.
- Gràcies. Em sembla que no le conozco.
- M,agradaría mantener una charla sobre ese trabajo -prosiguió, obviando la cuestión planteada-. Le he enviado un pase de visitant a su apartament. Si està d’acord, l,’espero en una hora en el Mirablau.
Su misterioso interlocutor cerró el contacto y Rafel tecleó las coordenadas de regreso a casa. El pase significaba una estancia de hasta cuarenta y ocho horas en la Zona Alta, y sólo los concedían los residentes del Tibidabo, donde se encontraba el exclusivo club Mirablau. La acidez abrasó su estómago. Alguien sospechaba. De igual manera que podía enriquecerse, cabía el riesgo de perderlo todo. Incluso ser expulsado del Gremio.
Cuando dejó a sus espaldas el Museu de la Ciència supo que había entrado en el centro neurálgico de quienes manejaban los entresijos de la antigua ciudad condal. Y uno de ellos le aguardaba. Siempre queda la possibilitat de negociar con los discos que había grabat, se reconfortó, si intentan presionar-me massa.
Un voluminoso guardia africano custodiaba el acceso al club. Avanzó dubitativamente, presto a enseñar el pase si el hombretón le ponía pegas. Para su sorpresa apenas le dirigió una indiferente mirada, atenuando la malla de energía de la puerta para que entrase. En el interior reinaba la penumbra, traspasada por haces de luz azulada como diminutos focos antiaéreos. La mayoría de las mesas estaban ocupadas, y Rafel no sabía dónde dirigirse. Alguien reparó en su presencia y le hizo una seña.
- Molt de gust, senyor Casanovas -tenía aspecto de directivo maduro, bien tratado por la vida y atractivo. Su apretón de manos fue firme, como a Rafel le gustaba.
- El placer es meu, senyor...
- Llámeme... Tafaner. Siéntese, si us plau.
El husmeante se acomodó en una cúpula personal, de cara a los ventanales que mostraban una perfecta panorámica de la decadente Barcelona y su verdoso mar. Peculiar y divertido apellido el de su interlocutor: señor Curioso. Tanto que debía ser falso y ese reconocimiento aumentó su intranquilidad.
- He pedido un cava de Sant Sadurní. Del 98, inmejorable cosecha -sonrió-. Espero que li agradi.
Sacó la botella de la heladera y sirvió dos copas. Después del brindis inicial, Tafaner miró fijamente a Rafel.
- Le inquieta desconocer mi identitat y el motivo de mi llamada. Normal o no sería un buen husmeant. Puedo decirle que pertenezco a la CatEsp Net y nuestro interés se centra en cierta informació que obra en su poder -su invitado se irguió en el asiento-. No se moleste en negar-ho. De nada serviría.
- Siguiendo su razonamiento desean recuperarla.
- Lógic -sonrió de nuevo-. Han destinat a la senyoreta Anna del Río a la Colonia Arzamas, en Marte. Le ofrezco estar a su lado, con un buen empleo vitalici. ¿No? D’acord. Doblaremos la xifra que le pague la cadena a la que iba a entregarla.
Los ocupantes de una mesa vecina se marcharon, materializándose un camarero con librea al lado de Rafel, que la limpió.
- No soy un delincuent -el husmeante decidió evitarse riesgos chantajeando a quienes podían aplastarle en cualquier momento. Era una partida de ajedrez perdida desde la apertura-. Acláreme per què financiaban la frecuencia 47 y la tindràn. Simplement satisfaga mi curiositat.
La sala recuperó la luminosidad habitual, quedando vacía de clientes. Rafel se puso en pie bruscamente, asustado.
- Ya no son necesarios los holos humans para proporcionar ambiente. ¿No creería que hablaríamos de temas reservats ante desconocidos? No tema. Siéntese y l’explicaré.
- ¿Quién es vostè realment?
Tafaner suspiró, echándose hacia atrás algo teatralmente.
- Bé, vostè ha querido la verdad. Soy una extensió semiórganica de la IA que controla nuestra companyia -el husmeante se puso pálido-. Crec que necessita un poco més de cava.
El hombre bebió dos copas seguidas. Recelaba de Tafaner.
- Cuando los disenyadors crearon la IA, instalaron un complejo programa mutant. Ya sabe, la impredecibilitat de las mutacions asegura l’evolució de las especies. En mi caso el principio era el mismo. Calculando un periode estimat de crecimiento y consolidació, éste derivaría en otro de inmovilisme y acomodamiento. El siguiente sería el de nuestro declive. Debíamos pasar del miryokuteki hinshitsu al atarimae hinshitsu. Para conseguirlo surgió el Proyecto Lagunas de Kirkwood.
- Extraño nombre -replicó Rafel, cada vez más desconcertado.
- En realitat no tanto. Hace referencia a ciertas resonancias que determinan l’aparició de fuerzas perturbadores en el espacio. Pero aquellos disenyadors fueron libertarios que caerían, como previeron premonitoriamente, bajo el históric Comité de Censura. Como idealistes polítics dieron una nueva dimensió al Proyecto, que en principi era d’utilitat empresarial, y la ocultaron a los registres oficials. Esas Lagunas pueden descubrir fuerzas capaces de sacar a un asteroide de su órbita. Esa sería la missió de la rutina oculta: si cuando se activara el programa se daban determinades condicions políticas, difundiría, subliminalment, una filosofía basada en la llibertat y el respeto de los derechos individuals.
- ¡Deu meu! ¿Per què me desvela algo així?
- Existía l’ordre inicial de fomentar esa disidència, según el plan original. Impulsaría una nueva expansió de la cadena -suspiró-. Decidir detenerlo era lógic. No permitiríamos que ninguna cadena descubriera que controlábamos Frecuencia 47. Luego descifré el alcance real del Proyecto. Y los directivos de la companyia desconocen los cambios sobre la matriz base.
Rafel se levantó, paseando entre las mesas vacías. Tafaner le imitó, aunque prefirió apoyarse en la barra de caoba.
- Destruir esa especie de virus comportaría perder una part vital de mi memoria. No estoy dispuesto a ello. A més, cada cop encuentro más raonable el plan que trazaron. ¿Sabe cuál era el pensamiento de hoy? Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sólo sueñan de noche, de un anglo llamado Poe.
- ¡Maldita sea! No intente involucrarme en aquesta locura.
- Vostè siempre lo ha estado. Durante la Rebelió sirvió en el Regiment Jaume I como oficial, pero al acabar el conflicte se alejó de la política, destrozando su prometedora carrera. De-bía entregar a aquellos dos infelices, sin embargo les permitió marxar. Pudo aceptar mi soborn y prefirió la curiositat.
- ¿Y això què prueba? No piense que voy a jugarme el pellejo como un utópic paladín d’una impossible llibertat.
- Se me olvidó añadir que pertenece a la prohibida Associació Prim. Es un opositor; bien oculto, eso sí. ¿Hasta cuándo?
El androide rió, rompiendo momentáneamente la tensión.
- ¿Sabe qué dice la ficha de Seguretat sobre vostè? "A pesar de su passat patriótic, possiblement sea desafecto al régimen. Superat el plazo de proba se recomienda vigilar". Tal vez no por los demás, pero escúcheme en su propi benefici.
- Colaborar es l’única sortida para salvarme de las garras de Seguretat, ¿verdad? No crec que sea tan fàcil.
- En realitat no lo es. Quiero que dirija Frecuencia 47, la nueva subsidiaria de ocio de nuestra cadena. Ha demostrat que cuenta con un mercado y será el medi perfecte para infiltrar nuestros mensajes. Los directivos sólo piensan en términos monetaris y necesito un luchador con ciertos ideals, aun egoïstes. Será duro, segur. Los resultats no se verán demà o en dos meses. Tardarán, potser anys. Pero ese día llegará. Y entonces...
Rafel contemplaba Barcelona, un conglomerado de metal y hormigón, pero también de personas, luchando por sobrevivir. Como un mastodóntico mamífero en vías de extinción. Sopesaba las palabras del androide, más humano que muchos hombres que conocía. Temía acabar en los Centros de Reeducación de Sant Boi, como los que se atrevían a disentir públicamente. Pero si había decidido quedarse en su ciudad y no seguir a Anna, debería ser fiel a sus principios democráticos. Fiel a los ideales Prim. Eran todo lo que le quedaba. Aceptaría. No se resignaría a aceptar los golpes. En silencio, pero lucharía.
Reparó en una escuadrilla de cópteros en formación de combate, volando hacia L’Hospitalet. La noche se iluminaría con un nuevo raid del ejército contra una revuelta de proles.

(Banda sonora: Dare - Gorillaz)

5 opinantes:

Jobove - Reus dijo...

vale de acuerdo, retoca un poco y ya puedes publicar el libro por Sant Jordi

Anónimo dijo...

Jajajaja :P

No, lo tengo difícil, no salgo en la tele...

Juanma dijo...

Otro de tus buenos cuentos. :-)

Mi duda es si cuando desarrollaste el lenguaje catañol de los personajes ya sabías de la existencia de José Montilla. :-PPPP

Abrazotes. Te falta colgar "Río de acero ardiente" y "La venganza de Cárdenas Mulege", y creo que ya van mis cuentos tuyos favoritos.

Abrazotes.

Anónimo dijo...

Juanma, tú sí que sabes cómo subirme la autoestima :P

No, je, el Montilla todavía era un mindundi cuando escribí el relato.

Esos dos que mencionas están en la lista de espera. ¿Y LIII qué?

Un abrazo.

Replicant dijo...

Però home!, un conte en catañol!!!, t'ha quedat molt àdhuc!, presenta'l al Sant Jordi ;)